Aquí me encuentro acurrucado sobre los márgenes de este amarillo papel, tratando de plasmar entre las fibras de su vieja celulosa las imágenes que se metabolizan con tanto esmero en mis retinas.
Una metástasis de color que se impregna en cada una de las letras que mis manos van pintando con su frenético ritmo. Un intento fallido de garabatear el mundo cada vez que me despellejo la piel desde mis entrañas.
Vísceras. Que articulan con tanta libertad los músculos que tejen el recipiente de tinta donde derramo los sentimientos, que me acercan las luces con cada nuevo amanecer.
Brillantes destellos que se implosionan dentro de mi materia gris, dotando a mis neuronas de un nuevo alimento que nutra sus conectivos estómagos. Para poder satisfacer de una vez por todas su egoísta ansia de conocimiento.