Me trazo inconsciente filigranas entre tus palabras de destrucción masiva; nitroglicerina del tres al cuatro donde mi alma se despieza para rellenar con mis entrañas las hojas amarillas de un viejo cuaderno. Tu espiral homicida enquista tus pequeñas uñas entre mi sistema arterial, desangrándome en el tintero que tinta los símbolos del código morse que te codifica en mi habitación.
Hogar de esquizofrénicas neuronas, torturadas entre los procesos químicos que te recuerdan hasta el alba cada madrugada; retórico insomnio que me rima entre la melodía de tus cañonazos, que trato en vano de esquivar acurrucado detrás de mi almohada, mohosa trinchera donde protejo mis sentimientos de tu ataque frontal.
Papel blanco. Frágil mi bandera de tregua, que tus manos tiñen con mi sangre, escribiendo impasible tu caótica poesía, que alimenta sin sentido mi estrés postraumático.