Mis textos sufren una sinapsis química entre las manos de un distraído esquizofrénico, que se impregna con la metralla de los márgenes de estas hojas que le cortan los dedos. Sangre que derrama entre las palabras con las que apuñaló cada día su materia gris. Escribo desde la peligrosa cárcel de los sueños que guían su espíritu por campos de cemento.
Tristes frases construyendo el puzle de su ser tras cada noche abrazado a las sombras de su habitación. Letras que acechan a su corazón de papel reciclado, donde mis ojos tiñen con poesía. Las cicatrices que adornan las arterias que recorren su cuerpo, hilos de promesas tejidas entre los susurros del viento que agita las hojas de los árboles de hormigón, del páramo desierto que tiene entre las costillas.