A fuego lento se arrastran los lapiceros por las nabizas de juglares con papos llenos de potajes alegres. Rastrojos de alicantes y cera para arreglar el estropicio almizclero en las pesebreras del último pueblo antes de semana santa, bandeja desnuda sobre las bragas que se alejan en la senda que nos dejó el veintinueve de febrero. Carnavales. A cántaros llenos de alcohol en donde mueren tantos cielos en bocas cualquiera, para amaestrar la lengua entre los huesos de los cuévanos de esteras en donde atar gusanos de seda para engañar las traiciones de mil judas. Sueños que saben a picaduras de mosquiteras negras sobre la paja de cuadrerizas de muleros de dientes sesgados por cucharas de plata. Alimentos de anchos calambres donde bregar con los mansos pestillos que escriben la noche entre los temblores de tiernas ropas. Donde ungir las saetas que atraviesan los cupidos de puntería esquiva sobre altares de vino tinto y hostias a pares, en las pupilas que desvisten escotes donde esconderse del gentío en procesiones para agostar el gallo de estrechos ombligos. En el cual despertar la leña seca donde prender la carne de pascua en alpargatas de pieles de mal fario. Mares por donde ensuciar las lunas en cuarto menguante, para cortar el pescuezo de las cuerdas que perdieron las llaves de la madrugada en donde daba igual que desnudo traería el día.
¡Diantres! ¡Qué exuberante y profusa retórica y léxico gastas!
Tiene su ‘aquél’…
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Muchas gracias, nunca me había dicho algo tan bonito… 😯😯😯
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