Hastío 

Muchas veces, pude ver como ellos peleaban contra el tablado de color negro
—claro. Que sabían los valles pasiegos de cantautores y de letras bordadas, cuando golpean con fuerza las rodillas por debajo de mesas en flor—. Hoy suben desesperadas por la borda de galerías de barro y piedra.
¿Y cuanto tardarán en unírse a la tierra en cuesta,
si sacuden el sonajero de calavera y podredumbre que tienen por mantel?
¿Y por qué no merendar de los tarros con alma y
beber de tangues de sangre fresca?

Porque hoy el fuego de las cucharas que revuelven sus sopas de letras,
esta más ácido que de costumbre.
Serán las ganas…
de libertad, mientras observamos la araña de patas largas
que duerme en el hastial.

Es primavera, y nada ha cambiado.
El ganado se asoma a la braña, como cada abril, como año…
Pero repito: ¿nada ha cambiado? O tal vez, somos nosotros los que hace tiempo que dejamos de cambiar.
Y aquí seguimos,
como cada catorce de soldados poetas… esperando; nerviosos, pero sin hacer
nada.
¿Y Para qué? —Si los campanos suenan tranquilos después del hastío invernal.

Y los gatos nos llevan a cuchus —a ti, a mí y a siete ratones colorados— por las callejas de lastras que antes de ayer eran tejados.
Tejados, tejados… de piedra y no de teja, para cubrir los pesares
de miserias y alegrías desmedidas, de otros hombres.

Seguro que mañana, el tiesto de la cabaña
tendrá dos geranios rojos y acaldaran el bardal de nuestras
voces, el día en que todo termine…
acurrucados y juntos. Frente al argayo que destruyó este mundo verde, angosto… pero nuestro. Muy nuestro, pero que difícil fue de entender cuando todo estaba mojado:
porque las ideas resbalan sobre la superficie y no,
penetran las pieles criadas entre escajos.

A oídos sordos,
susurra de vez en cuando, un cuco el nombre de —secretos— lugares. Donde
perder las inocencias adolescentes (podría ser que aquel candil viejo y oxidado todavía se acuerde de aquellos dos jóvenes). ¡Silencio!
—desvergonzada, que más da.
Si se despierta y él, no es de guardar los nidos de los pájaros, que picotean en
el cajigal.
(Porque puede que así nos canten las marzas, canciones sobre nuestros cuerpos —el tuyo, el mío y el de una bandera de tres colores— y nos quedaremos dormidos como si siempre fuera primavera para nosotros, para ellos). Y el invierno terminó… pero nada ha cambiado.


byluis7

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9 comentarios en “Hastío 

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